Publicidad

Monadas

Compartir esta noticia
Karen Joy Fowler
Larry D. Moore

Novela de Karen joy fowler

Se han criado bebés chimpancés junto a bebés humanos, con resultados poco felices. El drama llega ahora a una novela.

Karen Joy Fowler

Resulta difícil reseñar esta preciosa y atrapante novela de Karen Joy Fowler (Bloomington, Estados Unidos, 1950) sin revelar aspectos clave de su trama. Eso se debe, en parte, a la complejidad y precisión con que está construida. La historia gira en torno a la decisión de una pareja de científicos de criar a una bebé chimpancé junto a sus hijos pequeños, como si fuera una más de la familia, en el marco de un experimento sobre conducta y aprendizaje. Esa historia es relatada por la voz de uno de estos hijos, su "hermana", ya adulta y mirando hacia atrás, a mediados de los 70s, cuando todo comienza.

Parte del mérito de Fowler es lograr una novela híbrida, donde se mezcla ficción con realidad, alegato o ensayo con historia. El lector está siempre negociando, pivoteando entre qué datos y elementos pertenecen a qué categoría, dudando entre zambullirse de lleno en la trama o salir corriendo a googlear fechas y nombres. Se pregunta, entonces, si la obra es una especie de autobiografía, o si Karen Joy Fowler conocida sobre todo por El club de lectura de Jane Austen creció con una "hermana melliza" mono.

La respuesta es no, pero podría. Durante el siglo XX ocurrieron numerosos experimentos como éste en Estados Unidos, y varios de ellos son citados por Fowler: "Gua", una chimpancé criada por el matrimonio de científicos Luella y Winthrop Kellogg en paralelo a su hijo Donald en los años 30; "Viki", criada por Keith y Catherine Hayes en los 50s; o "Lucy", por Jane y Maurice Temerlin en los 70s. En la web hay abundante material al respecto, incluyendo fotos y videos. Todas las experiencias fascinan, alimentan el morbo, y terminan en forma bastante trágica, para el mono y las familias humanas involucradas.

Queda en el aire la pregunta: qué secuelas puede arrastrar un adulto que de bebé compartió su hogar, sus padres, su habitación y hasta sus juguetes con un "hermano mellizo" mono que de un día para el otro desaparece al darse por terminado el experimento. O cuáles son los límites éticos de la ciencia al experimentar con animales.

Hay material suficiente para un dramón. Pero no: otra de las virtudes de Fowler es lograr, en la voz relatora, un tono íntimo y lleno de humor con el cual el lector se identifica desde el comienzo. Anécdotas pequeñas, cotidianas, aparentemente sin importancia, construyen de forma lenta y sutil la trama de Fuera de quicio. Pero para que ello ocurra el lector es exigido a un ejercicio bien activo: recordar, establecer nexos, poner en contexto, cuestionarse, plantear preguntas, que serán o no respondidas. "Mi padre se asomaba todas las noches a la puerta de mi habitación para desearme felices sueños y yo hablaba y hablaba sin respirar siquiera tratando desesperadamente de retenerlo con mi voz. Veía su mano apoyada en el pomo, veía que la puerta empezaba a cerrarse. Tengo que contarte una cosa, decía, y la puerta se detenía a medio camino. Empieza por la mitad, respondía él, convertido ahora en una sombra (la luz del pasillo lo iluminaba desde atrás) y con un tono de cansancio, como todos los adultos por la noche".

La novela interpelará de forma distinta a cada lector. Entre múltiples cuestiones que afloran están la forma cómo se construye la personalidad durante la niñez y adolescencia, las inseguridades, la necesidad de sentirse integrado, aceptado, y por supuesto, los vínculos entre humanos y animales. Todo tratado con gracia y sutileza, sin golpes bajos, y dejando más preguntas que respuestas.

Fuera de quicio es uno de esos raros libros, un descubrimiento que enamora. La traducción de Santiago del Rey es correcta, más allá de algún detalle. El diseño y la presentación excelentes.

FUERA DE QUICIO, de Karen Joy Fowler. Malpaso, 2016. Barcelona, 322 págs. Distribuye Océano.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad