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Ni crecimiento ni equidad

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Joaquín Secco García
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A medida que se acerca el fin del año, los indicadores económicos siguen mejorando contra todos los pronósticos, los cuales a principios de año eran compartidos por la mayoría de políticos, empresarios, trabajadores, profesionales, etc.

Bajó la inflación a costa de atraso cambiario y tarifas públicas, creció el PIB el doble de lo esperado, dejó de subir el desempleo, mejoraron las exportaciones y los precios de exportación, subieron los ingresos por turismo, creció el producto y el ingreso de Argentina y Brasil, se desbloqueó la situación internacional, especialmente con los países del Asia que habían sido el gran motor de la primera década del siglo.

Pero no todas fueron verdes.

La industria y el agro atravesaron serios problemas que derivaron en caída del empleo, aumento de los impuestos y crecimiento de los costos que redujeron la competitividad, las exportaciones y las inversiones.

La lechería y la producción de granos fueron especialmente castigadas por los mercados, las opciones de política y los rendimientos.

La ganadería de carne y lana se benefició de mejores precios, pero los costos de producción crecieron de manera que fueron absorbiendo la rentabilidad y desalentando las inversiones. Más allá de las variaciones climáticas, los principales parámetros de la producción ganadera —la actividad económica más importante del país— mantienen un crecimiento tremendamente lento.

La faena, las exportaciones, los terneros nacidos, el acceso a mercados en mejores condiciones, cuando nuestros competidores están más cerca, producen con mejor tecnología y pagan menos aranceles. Además hemos quedado muy rezagados en materia de acceso y difusión de conocimientos científicos para gestionar eficazmente empresas y tecnología agropecuaria.

Basta comparar como crecen y diseñan sus estrategias los 25 países que más crecen, más exportan, más invierten, más innovan, mayores conocimientos ponen al alcance de sus jóvenes, mayores capacidades desarrollan para construir cadenas de valor largas y complejas, que agregan valor y son capaces de elevar permanentemente los salarios.

Nosotros seguimos con una estructura de la sociedad muy desequilibrada. Salarios bajos, bajas capacidades, salarios desiguales y una amplia proporción de la fuerza de trabajo con empleos inestables y de bajos salarios. No queda claro que haciendo esfuerzos por el crecimiento y la equidad como los que hacemos lleguemos algún día más o menos cercano a parecernos a los países de primera. Todo aquello más o menos complejo e inteligente se deja para los extranjeros o simplemente se desdeña. El episodio UPM es bastante desalentador.

El año próximo será más complicado. Habrá que bajar el déficit fiscal, de manera de reducir los pagos que hace el Estado, o bien bajar el empleo o bien bajar los salarios. No parece haber la tranquilidad para hacerlo. Nuestro manejo del acceso a mercados no transita una senda feliz y nuestros vecinos no nos tratan bien. El frente político no expone las capacidades para ordenar una estrategia efectiva.

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